La urgente necesidad de dejar de llamar a los animales “mascotas”

“Yo sin mi perra me muero” expresaba Jennifer Bolaños cuando perdió a su perra llamada “Cosita” el 16 de abril del 2016 en el terremoto de Ecuador donde cerca de 700 personas perdieron la vida. “En el momento en que todo empezó a temblar y moverse, estábamos en el portal de la casa como siempre, mi abuelita y mis tías y tíos jugaban a las cartas y yo estaba entre que salía y entraba de la casa con Cosita que caminaba alrededor. Ella jamás se iba lejos de la puerta y estábamos todos ahí por lo que estaba segura. Pero cuando todo empezó a temblar y se fue la luz, ella corrió y traté de seguirla pero no podía ver. Luego de que pasó el terremoto, seguí buscándola desesperadamente. La busqué por meses, nunca apareció. Fue como perder a una hija, toda mi familia, mi mamá, mis abuelos, todos destrozados. No perdimos nuestra casa, pero la construcción si sufrió daños. Perdimos amigos ese día y perdimos a nuestra Cosita. Ya perdí la esperanza de volver a encontrarla, siempre tengo esa angustia de no saber qué le pasó.”. Testimonio de sobreviviente del terremoto en Esmeraldas, Ecuador.
Jennifer y Cosita, Esmeraldas – Ecuador (2015)

La historia de Jennifer y Cosita es una entre cientos de historias similares a raíz del terremoto, pero refleja el especial vínculo afectivo que compartían, no solo mutuamente sino en un sentido familiar, donde todos los miembros de la familia estaban implicados y afectados entre sí. Este tipo de testimonios reflejan el tipo de convivencia muchas poblaciones humanas y animales comparten. Poner el foco de atención a este tipo de dinámicas es necesario para explicar por qué es necesario salir del “mascotismo” por su carácter reductivo  ornamental que es precisamente algo que los animales NO SON, y comenzar a llamar a los animales por lo que SÍ SON.

¿De dónde proviene la palabra mascota?

El origen de la palabra mascota en un sentido literal proviene del término francés “mascotte”, que proviene del provenzal “mascoto” que significa “sortilegio” y que hace referencia a un símbolo o emblema de encanto afortunado. En español “mascota” atendiendo a las definiciones dadas por la RAE, el término tiene tres significados: 1. f. Persona, animal o cosa que sirve de talismán, que trae buena suerte/ 2. f. Animal de compañía. Tienda de mascotas/ 3. f. And. Sombrero flexible. Si alguna vez hemos conocido a un animal que cuando llegó a nuestras vidas la enriqueció profundamente, si alguna parte de nuestro recorrido lo hemos compartido con un animal especial, si alguna vez hemos perdido a un animal y esto ha calado en nuestra sensibilidad hasta las lágrimas, podemos estar de acuerdo en que estas definiciones que nos da la RAE son por mucho, superficiales y escuetas en cuanto a lo que los animales pueden llegar a representar en la vida de muchas personas. Si el propósito de la palabra “mascota” es describir la relación humano-animal dentro de la convivencia, ciertamente no lo hace porque el término como tal, no es suficiente para interpretar dicha convivencia en un sentido contextual.

¿Cuál es la connotación del término mascota en un sentido contextual?

En un artículo publicado por abc.es expone la propuesta de la activista Jennifer White de PETA, sobre reemplazar la palabra mascota por el término «compañero» como alternativa. En el artículo expresa lo siguiente: “Reconocer a los animales como individuos con capacidades y necesidades propias, sin caer en la romantización de atribuirles características humanas que no tienen ni tienen  porqué tener. Dejar de separarnos como especie de los animales, dejar de ponerlos solos en la foto, presentar una imagen que refleje la realidad, los animales son parte de nuestras vidas. La forma en la que nos referimos a las cosas muestra cómo pensamos sobre ellas. Se necesita un ajuste en nuestro idioma para hablar de los animales de nuestros hogares.” Hago referencia a este artículo porque evidencia la comprensión de lo que significan los animales dentro de la sociedad. La defensa de los animales históricamente se ha ido transformando. En diferentes países hay muchos tipos de organizaciones que aunque trabajan por la protección de los animales como causa común, lo hacen desde distintos enfoques y metodologías, muchas de aquellas han perpetuado la cosificación y el utilitarismo, deliberada y no deliberadamente. Comprender la relación entre animales humanos y animales no humanos es un desafío cada vez mayor en un mundo tan globalizado, donde con dinero podemos acceder a lo que sea, donde casi todo tiene un precio, donde vemos a personas a través de redes sociales adquiriendo animales de acuerdo a qué raza y especie está de moda o representa mayor estatus. Se ha vuelto más difícil y necesario rescatar la dinámica que compartimos con los animales desde los afectos y su entendimiento es un permanente aprendizaje.

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Los Emiratos Árabes ya han prohibido la convivencia con animales exóticos como “mascotas”, sin embargo hay un comercio ilegal en auge. (click para ir a la noticia)

Ha costado muchos años y un largo camino de desatención e injusticias, para que como sociedad comprendamos que los animales no son adornos para la foto familiar, que son individuos con intereses y capacidades diferentes, que ocupan un lugar en la sociedad, que conviven con nosotres y que deben ser protegidos y atendidos desde la política pública, con derechos y presupuesto del Estado, con educación diseminada a lo largo de todo el proceso académico con la inclusión de contenidos científicos y sociológicos que permitan comprender el lugar que tienen los animales en el planeta, tal como otros grupos vulnerables, y que para llegar a eso primero debemos reconocerlos.

Los peligros del término “mascota”

Otro de los perjuicios del uso de la palabra mascota, y que afecta directamente a los animales, es que ha fungido como un paraguas bajo el cual caben todos los animales, indistintamente de su especie y condición, pero en lugar de reforzar de manera positiva el reconocimiento de los animales gracias a la lingüística, ha perpetuado esa invisibilización de otros animales que aunque fisiológicamente y contextualmente cumplen con los requisitos para ser considerados “mascotas”, son utilizados para otros fines. 

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Protesta por la exclusión de perros usados para la caza de la ley de protección animal en España. (click para ir a la noticia)

Ejemplos de esto lo vemos a diario es aquellos casos de convivencias irresponsables donde dependiendo el país de forma legal o ilegal, las personas viven con especies silvestres, o como en las recientes protestas en España hechas por muchos colectivos sociales manifestándose en contra de una ley de bienestar animal que pretende dejar a los perros galgos utilizados para la caza, fuera de todo marco de protección. El relativismo lingüístico que rodea el término “mascota” cuando se lo atribuimos a un animal que es nada menos que un familiar importante y por otro lado al holograma o personaje de los juegos olímpicos o el mundial de fútbol, daría la impresión de lo poco o nada en serio que nos tomamos a los animales. Esto demuestra la importancia de las palabras dentro del lenguaje y en la construcción de un discurso de la valoración de la vida de los animales y su defensa.

Debemos empezar a llamar a los animales por lo que son

Los animales han sido “las mascotas” por demasiado tiempo. Esa condición minimizada también se ha expresado desde los gobiernos por medio de las escasas políticas públicas de protección de los animales y una desatención rotunda, no sólo en regulaciones básicas y sanitarias como los controles poblacionales responsables, sino también por la subestimación de las denuncias de maltrato animal y su relación con otras formas de violencia social. La condición “inferior” de los animales en el constructo social colectivo ha quedado plasmada en los marcos legislativos que conocemos donde aún hay países que consideran a los animales cosas semovientes. Estos marcos deben actualizarse y nuestra forma de referirnos a los animales también.

Estudios científicos realizados en Estados Unidos y Europa ponen de manifiesto la fuerza del vínculo entre personas y animales, este tipo de evidencia argumenta la necesidad de transgredir las actuales clasificaciones que otorgamos a los animales y que otorgamos a nuestros afectos como seres humanos. Los animales importan y nos importan, esto debe ser asumido y consolidado desde las administraciones públicas como punto de partida para la creación de políticas públicas que regulen la convivencia de personas y animales, así como el trato y protección hacia aquellas especies con las que no podemos convivir de manera doméstica. La sociedad acogerá esta nueva forma de concepción de los animales en la medida en que responda a su propia realidad de su interacción con los animales, y en cuanto sea coherente con el accionar desde los gobiernos, donde el discurso no se quede en las palabras más sea tangible en sus acciones públicas por los animales.

Cifras de vínculo afectivo entre humanos y animales:

“A partir de la década de los 80, diversos estudios cualitativos y cuantitativos han hallado que los animales, efectivamente, no son vistos como objetos a poseer por sus cuidadores (Grayson y Shulman, 2000; Kleine, Kleine, y Allen, 1995) y que, de hecho, frecuentemente son considerados por estos como “familia”, “amigos” o incluso “hijos” (Cain, 1983; Field et al., 2009; Gosse y Barnes, 1994; Katcher, 1989; Mariti et al., 2013; Voith, 1985)”. 

“Cain (1983) y Voith (1985) encontraron que entre el 87 y el 99% de las personas encuestadas percibían a sus animales de compañía como miembros de su familia, porcentajes similares a los hallados por el Pew Research Center en 2006 (85% para perros, 78% para gatos), Hafen et al. en 2007 (87%), el National Pet Owners Survey de 2011-2012 (97%), la Harris Poll de 2015 (95%) y Purina en 2016 (97%). También en España, Fatjó y Calvo (2014) concluyeron que los animales de compañía son generalmente considerados miembros de la familia”.

“En 1999, se hizo eco de esta tendencia a sustituir el término “mascota” por el de “animal de compañía”, más alejado del concepto de propiedad. Más tarde, en 2009, Walsh describió cómo la denominación “amo” dejó paso a la de “compañero humano” o “cuidador”. En los últimos años continúan proponiendo nuevos términos para reflejar esta realidad, como el de “familias multiespecie” (Acero-Aguilar, 2019)”.

“Según diversos autores, los animales de compañía actúan como una fuente de apoyo emocional incondicional (Deiscoll, Macdonald y O’Brien, 2009; Field et al., 2009; Rockett y Carr, 2013; Wrobel y Dye, 2003; Zilcha-Mano, Mikulincer y Shaver, 2011), seguridad y apoyo social (Archer, 1997; Bowen, Bulbena y Fatjó, 2021; Field et al., 2009) y creación y mantenimiento de rutinas (Lem et al., 2013), lo que lleva a las personas a sentir un mayor bienestar y a gozar de una mejor salud (Biswas-Diener y Diener, 2006; Ferrall, Aubry y Coulombe, 2004)”. 

“En España, por ejemplo, Bowen y colaboradores (2021) hallaron que un 80% de los españoles propietarios de perros afirman que sus animales de compañía les ayudan a sobrellevar momentos difíciles. Asimismo, los encuestados dicen recibir de sus animales apoyo en forma de disponibilidad, realización de actividades conjuntas, contacto físico y la figura de un confidente, siendo todas estas conocidas características determinantes del apoyo social”.

“La prestigiosa Mayo Clinic (2018) indicó que los animales, además de ofrecer compañía y alegría, ayudan a las personas con cáncer y problemas de corazón a recuperarse o a sobrellevar su situación. De forma similar, diversos estudios han demostrado que los animales de compañía pueden contribuir a que sus cuidadores reduzcan su presión arterial (Anderson, Reid y Jennings, 1992) y estén en forma (Bauman et al., 2001; Cutt et al., 2007; Kusher, 2008)”. Fuente: Coordinadora de Profesionales por la Prevención de Abusos CoPPA.

Ejemplos de leyes donde los animales son considerados como miembros de familia:

“Varios estados de los EE.UU. han incorporado en su concepto legal de violencia doméstica aquellos actos de maltrato animal destinados a coaccionar, controlar o intimidar a otra persona en el ámbito del hogar. El estado de Nevada, por ejemplo, considera el hecho de «herir o matar a un animal» como un acto específico de violencia doméstica. En el estado de Indiana, quien mata a un animal vertebrado con la intención de intimidar o controlar a un miembro de la familia, puede ser condenado también por violencia doméstica. Del mismo modo, cinco de los ocho estados y territorios de Australia incluyen explícitamente el maltrato animal entre los delitos de violencia doméstica”.

“El estado de Oregón es un ejemplo; el estatuto ORS 167.320 tipifica el maltrato animal como delito grave si el maltrato del animal tiene lugar en presencia de un menor de edad. La legislación del estado de Idaho contempla que la comisión de tortura de animales (incluyendo el maltrato a animales en rituales) delante de un menor de edad es un delito grave considerado maltrato infantil”.

“En 2006, el gobernador de Maine firmó la primera ley que permitió a los jueces incluir a animales de compañía en las órdenes de protección emitidas por los tribunales contra los maltratadores en EE.UU. Desde entonces, otros 29 estados, así como Puerto Rico y el Distrito de Columbia, han adoptado medidas similares mediante la aprobación de disposiciones legislativas para la protección de animales (principalmente animales de compañía, aunque en algunos casos incluye también a animales de granja) en las intervenciones de protección en el área de la violencia doméstica o el maltrato a personas mayores”. 

“Puerto Rico, por ejemplo, cuenta con disposiciones que permiten la emisión de órdenes de protección en favor de animales en aquellos casos de violencia doméstica en los que se tema que el agresor pueda perjudicar al animal de compañía. Paralelamente, en el estado de Queensland (Australia) los tribunales están facultados para decomisar un animal que un maltratador ha utilizado o amenazado con utilizar en la perpetración de un acto de violencia doméstica. Del mismo modo, el Territorio del Norte permite expresamente que un oficial de policía detenga a una persona con el fin de evitar un daño a un animal”. Fuente: Maltrato animal: medidas legislativas y protocolos adoptados por la policía y las fuerzas del orden, Coppa.

Avances legislativos que reconocen a los animales como sujetos de derechos

Figuras legales como el Habeas Corpus que regularmente son concedidos sólo a animales humanos, han sido dados a animales no humanos en situaciones particulares de cautividad. Ejemplo de esto es el hábeas corpus interpuesto en protección de una oranguntán Sandra del zoológico de Buenos Aires sobre la sentencia de la Cámara Federal de Casación Penal, de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, Argentina, de fecha 18 de Diciembre de 2014 y un caso en que la corte constitucional de Ecuador reconoció a la mona Estrellita como sujeto de derecho para precautelar su protección, luego de haber sido obtenida de manera ilegal y cautiva durante 18 años fuera de su hábitat natural.

Es así, como los avances jurídicos y científicos nos permiten visualizar un futuro que garantice mayores derechos y dignidad para los animales. Hay muchas legislaciones en todas partes del mundo trabajando por esto en mayor y menor medida. Las oficinas públicas de protección animal tienen la competencia para impulsar avances legislativos y separar el mascotismo, que tanto daño ha hecho, de los animales, porque están trabajando por seres sintientes de distintas especies que tienen derecho a coexistir en este planeta. ¿Qué podemos hacer desde nuestra realidad individual? reconocer a los animales y referirnos a ellos como lo que son: ANIMALES y en el caso de aquellos con quienes tenemos el privilegio de compartir nuestras vidas: FAMILIA.

Virginia Portilla Cabrera

Psicóloga. Coordinadora de Escuela Fundación Franz Weber